La creación del séptimo arte se debe a la fusión de varios acontecimientos y desarrollos. La supuesta invención de Daguerre abrió paso a que Thomas Alva Edison, interesado en la síntesis del movimiento, obtuviese la grabación de imágenes sucesivas en el celuloide que aportó George Eastman, monopolizador mundial de de la fabricación de película cinematográfica. Tras diversos y curiosos experimentos, se arribó a la mágica fecha del 22 de marzo de 1895. En la vieja Europa, en París concretamente, tuvo lugar la primera proyección de los hermanos Lumière: "Sortie des ourvriers de l´usine Lumière". Con este proyecto se inicia la aventura de narrar historias a través de la imaginación. La pantalla de plata ya es un hecho. Paulatinamente va surgiendo una industria de producción, distribución y exibición de esta manifestación artística que llegará a ser poderosa e influenciará de forma muy notable a toda la humanidad. EL CINE comienza a formar parte de nuestras vidas.

lunes, 7 de diciembre de 2015

A.I. Inteligencia artificial

Voy a hablar, de lo que a mi juicio, es una de las películas mas especiales de género fantástico y ciencia ficción. La película que está en la foto de cabecera del grupo. Posiblemente A.I. sea una de las obras más importantes de la ciencia ficción contemporanea. Una de las grandes películas de Steven Spielberg; la más emotiva y compleja. Sin duda Spielberg da rienda suelta a sus pulsiones más intimas. 



Con una visión marcada por el tenebrismo, casi desesperanzadora, apocalíptica en lo espiritual. En donde la soledad, el ansia de amor no correspondido, la incomunicación, el falso pesimismo, todo para dar salida a su persistente fe en el optimismo auténtico, un rasgo de su personalidad como cineasta. Spielberg es incapaz de terminar las tramas sin dejar de aflorar su habitual rayo de esperanza. Un final feliz al que jamás podrá renunciar, que bien pudiera pretenderse manipulador o como una concesión criticable, pero que debe de entenderse como un enfoque vital digno de compartir, casi una filosofía, más aún en estos tiempos aciagos que nos ha tocado vivir, a los que una vez más Steven Spielberg se anticipa, y donde la religión no a todos nos sirve como vía de escape.



A.I juega a ser Dios lanzándose al vacío, intentando crear un ser a su imagen y semejanza. Sin valorar adecuadamente las consecuencias, o en cualquier caso despreocupándose de las mismas. Bien es cierto que deja abierta sin solución las cuestiones referentes a la responsabilidad. Sin embargo, no falta en la película de Spielberg esa cortada moralista, no se cuestiona el asunto desde una perspectiva religiosa o retrograda, sino plenamente humanista y antropológica, por lo menos así lo entiendo yo.
Podría estár hablando de esta película varios días, es tan rica en elementos, y altamente interesante. 
El film se asemeja a la responsabilidad que uno adquiere frente al otro, cuando toma la decision de comenzar una relación sentimental, sabiendo que finalmente existe la posibilidad de sufrir daño o de producirlo... un riesgo necesario e inevitable, ligado a la aventura de vivir. 



En cambio en el caso planteado por la película, existe una diferencia fundamental: el otro (el ser artificial) no asume el mismo rango que nosotros, sino que es expuesto unilateralmente a la mayor de las incertidumbres y creado especificamente para satisfacer a su amo, sin que dicha invención tenga la opción de tomar decisiones, ni de manifestar su voluntad de ningún modo, posibilidad que el creador si tiene. En definitiva no existe una relación de igualdad; Stanley Kubrick y Steven Spielberg estuvieron años hablando, sobre cual debería ser productor, y cual debería asumir el papel de director. Con todo Kubrick (al que Spielberg dedica la película) hubiera hecho un film muy diferente con toda seguridad.



Por otro lado el amor es el tema principal de esta fabula de ciencia ficción.
Spielberg ya liberado de su abochornante sentimentalismo pretérito, nos saca las tripas, y se orina en ellas, y es que como dije antes,su capacidad de manipular al gran publico, y al espectador aún no la ha olvidado, y la maneja como nadie, juega con el dolor y el miedo. Y apela a nuestros temores más personales, (sobre todo los que somos padres) siempre relacionados con lo que más presente está en la vida de todos. 



Steven Spielberg elabora un cuento oscuro y triste, pero con una calidad que raya siempre el más alto nivel. Capaz como nadie de captar esa espiritualidad de ese sentimiento universal tan olvidado en aras del materialismo galopante que inunda al mundo contemporáneo, y al que mucho me temo, estamos aprendiendo a valorar más en estos últimos años. Lo importante es la esencia de esos sentimientos, independientemente de su origen, real o manufacturado.



¿Qué es real, y qué no lo es?
¿Se diferencia mucho la realidad de un sueño? 
¿Es más valido lo soñado, que lo vivido realmente?
¿Es menos real o importante la emoción que nos transmite una película, que la que podamos sentir gracias a un hecho real?
¿Por ser "artificial" dicho sentimiento deja de ser verdadero?.



Con todo Steven Spielberg sigue demostrando ser uno de los mejores y más intuitivos directores vivos, consiguiendo una de las más importantes muestras de cine fantástico de los que va de siglo.


Alejandro rentero lopez

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